jueves, 28 de mayo de 2009

Proust


Si hay dos obras literarias cumbre del siglo pasado, éstas son el Ulises de Joyce y En busca del tiempo perdido. Confieso que no he leído ninguna de las dos. Pero así como no tengo ganas de leer al irlandés la monumental obra de Proust aguarda en mi biblioteca igual que un viejo brandy espera el momento de ser abierto en una ocasión especial.

Hace pocas semanas me regalaron el último tomo de la traducción de Carlos Manzano para Lumen, al decir de muchos mejor que la edición de Mauro Armiño en Valdemar (por no hablar de la fallida de Alianza, empezada por Salinas y Quiroga Pla y terminada por Consuelo Berges). Tengo ahora mismo detrás de mí los siete volúmenes en perfecto orden, en una zona noble de mi biblioteca, siempre al alcance de la mano y de la vista: la sucesión de retratos del autor en cada lomo me invita casi a diario a tomar el primero y empezar la lectura. Me resisto. Creo que el momento está cerca, no sé si este verano, tal vez en julio. Mi amigo Fran ya ha caído en la tentación. Sucumbió hace dos días mientras yo le contaba a un conocido periodista la excelente idea que mi amigo José Carlos Carmona ha tenido: proponer la lectura de los siete tomos en el taller que dirige en la Casa del Libro. El ciclo empezará en octubre, y en cada mes se leerá un tomo. Pienso que es el momento de decidirse.

martes, 19 de mayo de 2009

A vueltas con Benedetti

Reconozco que a mí Benedetti me gusta poco, o quizá deba decir que lo he leído poco. En realidad, una cosa lleva a la otra: lo leo poco porque no me gusta mucho, y no me gusta quizá porque no lo he leído lo suficiente. Seguramente se trate de un prejuicio de mi limitada formación lectora, pero mis prejuicios no los elijo yo, sino que una voluntad ajena a mí se encarga de instalarlos en mi cabeza y de aquí no consigo expulsarlos.
Creo que fue por culpa de Serrat. El cantautor le puso música a una serie de poemas que editó en un disco que se titulaba El sur también existe. Había canciones muy buenas que funcionaban muy bien como eso, pero cuando leía las letras a secas los poemas se me caían de las manos. Desde entonces no he podido leer una sola línea de Benedetti sin pensar que lo mejor estaba fuera del poema, en los márgenes musicales, en las afueras del texto.

* * *
Esta mañana en la librería una señora mayor preguntaba por algunos libros del poeta uruguayo, y al ver que ya no quedaba ninguno se lamentaba de que uno tuviera que morirse para que la gente empezara a leerlo. Pues precisamente Benedetti, no. Benedetti, señora, es uno de los poetas contemporáneos que más ha vendido en España e Hispanoamérica.

miércoles, 13 de mayo de 2009

Me voy a la Feria...

del Libro, naturalmente, dicho así, con la ele mayúscula, como corresponde a la dignidad de ese objeto inventado hace más de cinco mil años y que, en distintas formas y empleando distintos materiales (el rollo egipcio, las tabletas cuneiformes de Asia Menor, las tablillas chinas, el codex, etcétera) ha llegado hasta nuestros días.
Hoy, sin embargo, estamos asistiendo a un cambio parecido al que se produjo a comienzos del siglo II de nuestra era cuando los chinos inventaron el papel. Hoy, como entonces, vamos a ser testigos de una pequeña revolución: el papel va a empezar a ceder su hegemonía. Vaticino que será poco a poco, pero el cambio ha empezado. Cómo afectará a la distribución del libro está por ver. Una cosa tengo clara: ha llegado nuestro momento y yo, personalmente, no soy catastrofista. ¿Quién dijo miedo?
De esto, y de otros temas, se hablará y discutirá en la Feria del Libro de Sevilla los días 17 y 18 de mayo. Otras propuestas habrá que podréis leer en la web de la Feria, pero quería destacaros la que me parece más interesante. Ya hablaremos.

domingo, 10 de mayo de 2009

Sylvie


A Proust y a Umberto Eco los dejó trastornados. A mí esta bellísima narración de Nerval me ha parecido uno de los mejores ejemplos del poder evocador de la escritura poética. Todo en el relato respira un encantador halo de misterio: los personajes, las situaciones, el paisaje descrito, los diálogos...
La obrita se llama Sylvie pero, en mi opinión, bien podría haber adoptado el nombre de las otras protagonistas femeninas: Adrienne o Aurélie.
Los tres personajes femeninos son tres amores en la vida del poeta, y podrían representar tres modos de vida: Sylvie -una alegre aldeana de ojos negros y piel ligeramente tostada- es la simplicidad rústica de la vida en el campo, la dulce realidad; Adrienne -una muchacha rubia, alta y hermosa- se convierte en un espejismo apenas entrevisto que termina consagrándose a la vida religiosa; por último, Aurélie -la misteriosa actriz en la que se proyecta el amor de la monja- es el amor vago y sin esperanzas, pero un triste amor impostado.
Nuestro protagonista, enfermo de literatura, termina escribiendo un drama -los amores del pintor Francesco Colonna con Laura, una bella doncella a la que sus padres hacen monja, y que él amó hasta su muerte- cuyo papel principal representará la propia Adrienne. Vida y literatura de nuevo unidas.

martes, 5 de mayo de 2009

Frühlingstraum

Después de unos meses sin practicar deporte, esta tarde he cogido la bicicleta de montaña y me he ido al campo. Como adivinaba en qué estado de forma me encontraría he corrido sólo una hora, lo justo para contemplar el lento atardecer de estos días de mayo, en los que la temperatura vespertina todavía es tolerable. Iba por un sendero que dividía un campo de trigales todavía verdes entre los que asomaban, aquí y allá, pequeños grupos de amapolas. Subía -con esfuerzo- y bajaba suaves lomas alrededor del hipódromo que hay cerca de mi casa cuando de repente me di cuenta de que era feliz. El tiempo presente y el pasado se contenían ya como una posibilidad en el futuro que es este momento en que escribo lo que viví entonces. Tuve, por tanto, el presentimiento de la dicha. O, mejor dicho, la atrapé. Ahora trato de verter su contenido en estas torpes líneas, pero se me escapa como si intentara coger agua con un vaso invisible en la mano.