martes, 25 de marzo de 2008

Justificación por la gracia

Qué casualidad que en estos días en los que andaba yo meditando sobre algunas cuestiones heréticas haya llegado a las librerías la reedición de las Memorias privadas y confesiones de un pecador justificado, de James Hogg, editadas por Nórdica. Y digo bien, reedición, pues se trata de la misma traducción que Francisco Torres Oliver hizo para Valdemar en 1992. La novela, que se enmarca dentro del género gótico, fue publicada en 1824 con el título de The Private Memoirs and Confessions of a Justified Sinner, y pasó más bien desapercibida entre los contemporáneos del escritor escocés, que admiraron antes su producción poética.
Lo que Hogg nos cuenta es la terrible historia de un personaje que, justificado por la gracia, no duda en practicar el mal con impunidad y satisfacción. El trasfondo teológico de esta doctrina que desarrolló Lutero es muy elemental: como consecuencia del pecado original, el hombre no puede evitar el mal; incluso no puede hacer el bien aunque lo desee. Sólo la gracia divina lo redimirá. ¿Y cómo la obtendrá? Por la fe. Nuestro héroe, sin embargo, hijo de la gracia, caerá en manos del Diablo casi sin apercibirse de ello.

sábado, 15 de marzo de 2008

Redención

Mañana es Domingo de Ramos y comienza la Semana Santa. Los cristianos andaluces vamos a celebrar públicamente nuestra fe. Las calles se llenarán de nazarenos de luz que acompañarán a las imágenes de Jesús y la Virgen María. El hijo de Dios crucificado recorrerá muchas de nuestras calles con un claro mensaje de salvación. En Sevilla podremos contemplar mañana al Cristo del Amor y al pelícano que al pie de la cruz se sangra el pecho para dar de comer a sus polluelos.
Dios morirá de nuevo por todos nosotros y para nuestra salvación, aunque a veces uno pueda caer en la tentación herética de creer que sólo muere por los elegidos y aquellos a los que la gracia les ha sido otorgada.

martes, 11 de marzo de 2008

Ars moriendi

Das Mädchen
Vorüber, ach, vorüber!
Geh, wilder knochenmann!
Ich bin noch jung, geh, Lieber!
Und rüher mich nicht an.

Der Tod
Gib deine Hand, du schön und zart Gebild!
Bin Freund und komme nicht zu strafen.
Sei gutes Muts! Ich bin nicht wild,
Sollst sanft in meinem Armen schlafen!

[La doncella
¡Ay, pasa de largo!
¡Vete, cruel esqueleto!
Soy todavía joven. ¡Vete, amado,
y no me toques!

La muerte
Dame tu mano, bella y delicada criatura!
Soy tu amigo y no vengo a castigarte.
¡Alégrate! No soy cruel,
vas a dormir dulcemente en mis brazos].

(Matthias Claudius. Trad. de Fernando Pérez Cárceles)

Fue en 1817 cuando Schubert compuso el lied Der Tod und das Mädchen (D.531). Tras una lenta introducción (que luego usó para escribir su famoso cuarteto D.810, conocido como La muerte y la doncella), el texto se ataca con precisión, de forma apresurada, denotando una huida. El cambio de ritmo es apuntado fielmente por el piano. La segunda estrofa se interpreta con solemnidad, con un ritmo lento y seductor que nos hipnotiza: la muerte (en alemán, masculino) se compara con un dulce sueño, no es nada terrible, y su voz nos seduce con notas graves .
Este tema de la muerte seductora había sido cultivado por Schubert en 1815 en otro célebre lied, Erlkönig (D.328), esta vez sobre un texto de Goethe. Las intervenciones de este misterioso rey que representa a la muerte son siempre precisadas con una voz impostada, casi de suave falsete. El propósito es, de nuevo, seducir al niño para atraerlo por medio del encantamiento:

(...)
"Du liebes Kind, komm, geh mit mir!
Gar schöne Spiele spiel' ich mit dir;
Manch' bunte Blumen sind an dem Strand,
Meine Mutter hat manch gülden Gewand".

(...)
"Willst, feiner Knabe, du mit mir gehn?
Meine Töchter sollen dich warten schön;
Meine Töchter führen den nächtichen Reihn
Und wiegen und tanzen und singen dich ein".

(...)
"Ich liebe dich, mich reizt deine schöne Gestalt";

(...)

[...]
"Querido niño, ¡ven, ven conmigo!
"Jugaré contigo maravillosos juegos.
"Flores de todos los colores hay en la ribera,
"mi madre tiene muchos vestidos dorados".

[...]
"Lindo chico, ¿quieres venir conmigo?
"Mis hijas deben estar esperándote.
"Mis hijas te llevarán al reino de la noche
"y te acunarán con danzas y canciones".

[...]
"Yo te amo, me atrae tu hermosa figura;

(Trad. de Fernando Pérez Cárceles)

En ambos lieder nos podemos preguntar por el sendero que conduce hacia la muerte, cómo es el camino, con qué ropajes nos atrae. En todos los casos, el arte siempre la sublima.

domingo, 2 de marzo de 2008

Seguro azar

En la entrada anterior me lamentaba por no poder asistir al concierto de Le Poème Harmonique en la Iglesia de la Magdalena. El azar quiso, sin embargo, que pudiese acudir al ensayo que el conjunto hizo cuatro horas antes. ¿Cómo lo conseguí? Fue, repito, fruto del azar: encontrarme cerca del lugar del concierto al propio Vincent Dumestre, reconocerlo, presentarme con cortesía, intercambiar algunas impresiones sobre su carrera musical (él llegó a preguntarme si yo también era músico), decirle que me sería imposible escuchar su actuación y ayudarle a encontrar la puerta por la que acceder al templo bastaron para que el director francés me invitara a presenciar el ensayo.
Hora y media más tarde me encontraba en el interior de una de las iglesias más soberbias de Sevilla. La escasa iluminación apenas dejaba adivinar la profusión de pinturas murales que decoran el templo. Frente al altar estaban los músicos del continuo (viola, clave, órgano y tiorba) afinando sus respectivos instrumentos: la violista Sylvia Abramowicz se afanaba en templar las cuerdas de su viola; luego Claire Lefilliâtre cantaba los primeros compases del Miserere de De Lalande; el trío de voces masculinas ensayaba un fragmento de Charpentier; detrás de mí, en la zona del coro, un grupo de cantantes interpretaba las partes de canto llano que se intercalan en el Miserere. El ambiente que se preparaba para el concierto de la noche era de recogimiento: un conjunto de velas dispuestas delante del escenario nos podría evocar las pinturas del tenebrista Georges de la Tour.
No sé cómo habrá resultado todo al final. Espero que haya sido un éxito. Yo me quedo con mi ensayo, que ha compensado con creces mi ausencia del concierto.