domingo, 10 de mayo de 2009

Sylvie


A Proust y a Umberto Eco los dejó trastornados. A mí esta bellísima narración de Nerval me ha parecido uno de los mejores ejemplos del poder evocador de la escritura poética. Todo en el relato respira un encantador halo de misterio: los personajes, las situaciones, el paisaje descrito, los diálogos...
La obrita se llama Sylvie pero, en mi opinión, bien podría haber adoptado el nombre de las otras protagonistas femeninas: Adrienne o Aurélie.
Los tres personajes femeninos son tres amores en la vida del poeta, y podrían representar tres modos de vida: Sylvie -una alegre aldeana de ojos negros y piel ligeramente tostada- es la simplicidad rústica de la vida en el campo, la dulce realidad; Adrienne -una muchacha rubia, alta y hermosa- se convierte en un espejismo apenas entrevisto que termina consagrándose a la vida religiosa; por último, Aurélie -la misteriosa actriz en la que se proyecta el amor de la monja- es el amor vago y sin esperanzas, pero un triste amor impostado.
Nuestro protagonista, enfermo de literatura, termina escribiendo un drama -los amores del pintor Francesco Colonna con Laura, una bella doncella a la que sus padres hacen monja, y que él amó hasta su muerte- cuyo papel principal representará la propia Adrienne. Vida y literatura de nuevo unidas.

1 comentario:

Mery dijo...

Las muchachas de fuego, bellísima obra al completo.

Silvie tiene un encanto diferente, en ello te doy toda la razón. De hecho es una lectura a la que vuelvo cada ciertos años.

Un abrazo