martes, 29 de septiembre de 2009

Muñoz Rojas

Esta tarde me enteré de su muerte, a pocos días de cumplir los cien años (¡qué mal presagio tuvo Fernando Ortiz cuando el pasado 19 de septiembre escribió Deo volente!). Este verano quise rendirle mi pequeño homenaje leyendo su Obra completa en verso editada por Pre-Textos, y sus poemas me emocionaron en las largas tardes de julio.
Dejo a otros evocar el perfil de un poeta magistral, clásico, irrepetible. Otros sabrán mejor que yo trazar las claves de su poesía. Traigo aquí el recuerdo del escalofrío que sentí en 2001 cuando en una presentación en la Casa del Libro estreché su mano menuda: hablaba con un poeta que había conocido al propio Eliot y que era un excepcional testigo de toda la poesía inglesa y española del siglo veinte.

Santos arcángeles


Dice san Gregorio Magno que los ángeles sólo pueden ser llamados tales cuando ejercen su oficio de mensajeros. Si además transmiten mensajes de alta trascendencia les llamamos entonces arcángeles.

Ello explicaría, por ejemplo, que a la Virgen María le fuera enviado el arcángel Gabriel (fortaleza de Dios), y no un ángel cualquiera. O que san Juan nos presente en su libro del Apocalipsis (12, 1-17) al arcángel Miguel (¿quién como Dios?) combatiendo con el dragón, dando a entender que nadie puede hacer lo mismo que Dios. A Tobías de su ceguera lo cura el arcángel Rafael (medicina de Dios).

Es precisamente en el libro de Tobías donde mejor veo una característica que siempre me ha gustado de estas criaturas celestes: su valor de guías y acompañantes. Tobías ha de emprender un viaje desde Nínive hasta Ragués de Media y en el camino encuentra a Rafael, que se oculta bajo otro nombre. Aconsejado por el arcángel, Tobías se casará con Sara y regresará sano al lado de sus padres, con quienes vivirá en prosperidad.

¿Cómo podremos darnos cuenta de que a nuestro lado siempre hay alguien especial que nos protege? Quiero pensar que no estamos solos.

lunes, 14 de septiembre de 2009

El retorno

A mitad del camino de septiembre, con el olor de la tierra mojada de fondo, reanudo el cultivo de mis jardines y carreteras.

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Terminé junio recomendando una novelle alemana. Comienzo la actividad proponiendo la lectura de tres novelas cortas de Ludwig Tieck editadas por Nórdica en una bellísima edición. Sin duda, la titulada Eckbert el rubio (Der blonde Eckbert, 1797) es la más conocida en España, y de hecho fue editada el año pasado junto a otros Cuentos fantásticos del romanticismo alemán (Valdemar, colección Gótica) con un título menos acertado (El rubio Eckbert). El monte de las runas (Der Runenberg, 1802) y Los elfos (Die Elfen, 1812-16) completan el volumen.
No conocía a Tieck hasta este verano en que mi germanófilo amigo Fran me lo "presentó" a su vuelta de Dresde, una de las ciudades en que este romántico vivió. Agradecido le quedo.