Igual que en literatura hay una serie de obras que, cuando las leímos en nuestra adolescencia, nos marcaron para siempre, con la música ocurre lo mismo. Si los primeros clásicos nos inocularon el veneno de las letras, los compositores de nuestras tempranas audiciones fueron depositando en nuestra alma los ecos de la música.
Gracias a un amigo cuyo padre cantaba en un coro descubrí una de las composiciones de Britten que nunca he dejado de escuchar. Se trata de la Serenade for tenor, horn and strings, Op.31.
Aunque mi preferida es la cantada por Martyn Hill, aquí pueden disfrutar de la versión del tenor canario Suso Mariategui. Se trata sólo del prólogo y de la Pastoral del poeta Charles Cotton.
El trompista, sin ser Dennis Brain, no lo hace nada mal.
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