miércoles, 24 de junio de 2009

Bienvenido Mr. Larsson

Digamos de entrada que un best seller es un libro que se vende mucho, muchísimo. Esto parece sencillo de entender, pero luego se pone uno a comentarlo con los amigos o con algún colega y ya luego la cosa no está tan clara.
Para empezar está el factor temporal: se vende mucho en poco tiempo, sea un mes o un año, o dos. Esto parece consustancial al subgénero (y lo designo así a conciencia, entendiendo que se trata de una modalidad de la narración, sea ésta ensayística o de ficción).
A mi juicio, lo importante es no perder de vista la razón que se esgrime en nuestro caso: la venta. ¿Es esto un argumento pertinente para la crítica literaria? Sí para mí. Los más puros estructuralistas, que siempre han invocado la inmanencia de la obra literaria, pondrán el grito en el cielo y rechazarán cualquier argumento que pretenda enjuiciar una obra atendiendo a un criterio tan "extraliterario". Yo me permito discrepar. Tanto desde el punto de vista de la sociología de la literatura como de la estética de la recepción el elemento mercantil es tan válido como cualquier otro. La venta de un libro nos está hablando de su difusión, y ésta señala irremediablemente hacia el valor que un texto adquiere en una época determinada. No reconocerlo supone perder de vista el eje sincrónico en la interpretación de una obra literaria. Así, por ejemplo, todos estamos de acuerdo en considerar que Calderón de la Barca es, desde un punto de vista diacrónico -a través del tiempo- un clásico, pero igualmente debemos admitir que el valor de su obra no siempre ha sido medido de la misma forma. Cada época la ha recibido de acuerdo a la estética imperante. Es decir, en cada momento, el lector/espectador ha visto y entendido aquello que más se acercaba a su concepción estética.
Viene esta breve reflexión a cuento de la reciente aparición del tercer volumen de la trilogía Millennium del malogrado Larsson, un fenómeno extraordinario que, para empezar, está ayudando mucho a sanear la economía de muchas librerías. Y ya está bien de hablar pestes de los best sellers. ¿Cuántos Larssons necesitamos para mantener en los estantes los libros de fondo? Pues unos cuantos al año. Sin la liquidez que un best seller de estas características le aporta a un librero, éste se vería obligado a reducir su oferta al lector. Aceptémoslo como algo necesario en el negocio. Nos va la vida en ello.

9 comentarios:

Juan Antonio González Romano dijo...

Te doy la razón, Rafael. La lectura es un fenómeno amplísimo y los gustos también lo son. En su día, Lara padre justificaba el "fregoteo" de sus premios planetas porque así tenía dinero para poder publicar varias obras de calidad. Hoy aportas tú el argumento del librero. Y yo, como profesor, prefiero que la gente lea a Larsson antes que se dedique a perder las horas con videojuegos, por ejemplo.
Y una vez aficionados a la lectura, algunos ven la luz de la calidad. Cosa que el que sólo ve videojuegos, difícilmente ve.
Un abrazo.

Fernando dijo...

No sé nada de crítica literaria, pero me parece evidente lo que dices: no se puede enjuiciar igual una obra que en su día fue un best seller (por ejemplo, el Quijote) que otra que sus contemporáneos o no concocieron o no apreciaron (por ejemplo, Kafka). Se entiende que en el primer caso la obra triunfó porque respondía bien al espíritu de la época, lo que es importante para comprenderla.

En plan pedante diré que nunca leo a mis contemporáneos, pero en este caso estoy tentado de hacer una excepción y atreverme, al menos, con el primer tomo. Si tiene tanto éxito debe ser que, de alguna forma, refleja bien cómo somos los que estamos ahora en el mundo. ¿Has leído tú el libro? ¿Te parece una lectura interesante?

José Miguel Ridao dijo...

Totalmente de acuerdo contigo, Rafael, y mira que me meto con Larsson. ¿Qué pasó con Dumas en el siglo XIX? El que la obra de Larsson envejezca mal o no es otro cantar, y para mí su calidad literaria (es mi visión subjetiva) es ínfima, pero se consiguen dos cosas:
1. Hacer afición.
2. Hacer caja.
Solo con eso está justificado Larsson, pero yo seguiré dándole caña, es algo que me puede...

Andrés Pérez Domínguez dijo...

Totalmente de acuerdo, Rafael. Hay mucha gente que se refiere a los bestsellers despectivamente, cuando es sólo una cuestión de gustos. Yo no he leído los libros de Larsson, pero me parece estupendo que la gente los compre masivamente, que se lea, porque, al cabo, eso es lo importante. No hay que ser tan puristas: ni todo lo que se llama best seller tiene por qué ser malo, ni tampoco todos los autores minoritarios que publican en editoriales exquisitas tienen la calidad que a veces se les quiere adjudicar. Hay de todo. No sé, yo creo que las lecturas deben ser como las dietas, lo más variadas posible: yo disfruto tanto con Stephen King como con Muñoz Molina. De manera diferente, sí, pero tampoco me gusta comer siempre lo mismo. ¿O hay alguien que sí?
Un abrazo,

Miguel Ángel Borrego Soto dijo...

Sí señor. Son muchos los que piensan como tú pero callan por vergüenza, entre comillas, intelectual, y ahí incluyo a muchos libreros que no serían libreros sin estos autores y sus obras. Reconozco que siempre que leo un best-seller acabo decepcionado, quizás porque para leer un guión de cine, mejor se va uno al multicine. Pero entiendo tu punto de vista y lo comparto. Ea, a vender.

Rafael G. Organvídez dijo...

Juan Antonio, que se lea ya es algo. De verdad (y tú lo sabes mejor que yo) la lectura es un acto con muchos matices. Y no todas las lecturas son iguales. No leemos igual una novela, un poema, un ensayo, un artículo periodístico o un prospecto de medicina: en cada caso adoptamos una actitud diferente. De la misma manera, no somos todos iguales: cada uno lleva consigo una historia personal con la lectura, y hay personas que no leerían nada de no existir estos bestsellers. Ya digo, a mí (y a mi negocio) me vale porque vivo de vender libros.
Aún no he leído a Larsson -José Miguel me quita las ganas-, y no creo que lo lea a medio plazo. Salvo a ciertos libros de unos cuantos amigos, pocas veces sucumbo a las novedades literarias. En este sentido, mis lecturas nunca están sincronizadas con el momento. Para mi profesión me basta con conocer bien los títulos, los autores y las editoriales en las que publican y en las que han publicado antes. Trato de estar al corriente de todo lo que se edita, pero se trata -por pura limitación humana- de una cultura de solapa, dicho en el mejor sentido de la expresión.
Lo que quiero dejar claro es que no me gusta nada esa pose de quienes despotrican de los bestsellers, sobre todo si se trata de escritores corroídos por la envidia. En España hay muchos ejemplos. Como dice mi amigo Andrés, hay que comer de todo; y después de darse el atracón de leer "El hombre sin atributos", no hay nada mejor que llanear un poco con un relato de Kipling o una novela de Pérez Reverte.
Seguiremos hablando. Gracias a todos por las aportaciones. Un abrazo

Natalia dijo...

Yo, sin entrar a juzgar la calidad literaria de estas obras, pienso en un ingrediente del ser humano por el que siento profundo respeto: la pasión. Me pareció bonito ver a algunas personas acercarse a la librería hasta tres veces por semana para preguntar por el último de la trilogía. No he leído a Larsson, pero sí otros que no hubiera leído si no fuese porque es la única manera que tengo de compartir lecturas con mi madre. Lo único que me gusta de los best sellers (amén de su papel de mecenas para otra literatura) es que son lugar común de mucha gente, y hay pocas cosas tan bonitas como compartir las pasiones.

Rafael G. Organvídez dijo...

¡Me gusta eso que dices, Natalia! Leer para compartir. Leer para entender a quienes te rodean. Así convertimos la lectura en una patria común, como nuestra lengua. Estoy convencido de que eso que dices lo practican muchos profesores con sus alumnos y muchos padres con su hijos. Eso es fomentar una afición.

Mery dijo...

Entiendo que los best-sellers sirvan para hacer caja, algo perfectamente lícito.

Yo tengo una cosa muy clara al respecto, porque este tema, como a Ridao, me subleva. Me parece bien que la gente los lea, siempre y cuando no lean SOLO eso.
Me apena escuchar lo que muchas personas leen a lo largo de un año: una de estas prendas tras otra, como si no existieran nada mas en el universo editorial.

En ese sentido, siempre me rebelaré.

Un abrazo