viernes, 29 de febrero de 2008

Tenebrae

Mañana sábado comienza el Festival de Música Antigua de Sevilla. Desgraciadamente, no podré asistir al concierto inagural en la Iglesia de la Magdalena (las obligaciones laborales me lo impiden). Se trata, para mí, del concierto más atractivo: un monográfico del barroco francés, en concreto, las y 2ª Meditaciones de Charpentier, y la Troisième Leçon du Jeudy y el Miserere de De Lalande interpretados nada menos que por el conjunto Le Poème Harmonique que dirige Vincent Dumestre. La voz solista recae en la soprano Claire Lefilliâtre. (A todos aquellos que quieran disfrutar en más de una ocasión de las Tenebrae de De Lalande les recomiendo el cedé que el mismo conjunto grabó para el sello Alpha en 2002, si no recuerdo mal, y que pueden comprar en cualquier tienda de discos).
Muchos de quienes me conocen saben de mi afición por las lecciones de tinieblas que se cultivaron con igual acierto en Francia y en Italia. Las de Michel-Richard de Lalande están entre mis preferidas. El colorido vocal y la suntuosidad del canto solista las hacen especialmente sublimes. El estilo, grave y exuberante, aúna las tradiciones de ambos países y da como resultado una música íntima y voluptuosa, llena de ornamentaciones, cambios de ritmo y virtuosos melismas.
Del Miserere poco podría decir. Su música es inefable.

martes, 26 de febrero de 2008

Novedades literarias

Decía Juan de Mairena:

De cada diez novedades que se intentan, más o menos flamantes, nueve suelen ser tonterías; la décima y última, que no es tontería, resulta, a última hora, de muy escasa novedad.

Seamos lacónicos: los que trabajamos en una librería sabemos a qué nos estamos refiriendo.

lunes, 18 de febrero de 2008

Vista cansada

El otro día recibí por correo un sobre que traía la última entrega poética de García Montero, Vista cansada, publicada por Visor en la recién inagurada colección "Palabra de Honor". He empezado a leer algunos poemas y la primera impresión que tengo es la de estar leyendo una poesía de extrema madurez, seca en el buen sentido de la palabra, un logrado ejercicio de memoria personal que parte de la infancia y llega hasta la cincuentena, una edad en la que el poeta siente el cansancio de vivir y nota también el cansancio en su entorno.
Le agradezco a Luis el doble envío: el libro y su poesía, que a mí sí me consuela cuando recuerda su vida.
(Por último, una curiosidad: el libro se acabó de imprimir el diez de febrero; sin embargo, la fecha de la dedicatoria escrita a mano es anterior: seis de febrero. Un capricho de los duendes)

domingo, 17 de febrero de 2008

Una explicación

Hace ya unas semanas un amigo me preguntó porqué había llamado a este blog Jardines y carreteras. La razón es muy sencilla: quería ofrecer en el título un pequeño homenaje a un escritor cuya obra admiro: Jünger, quien tituló de ese modo la primera sección de sus diarios de la segunda guerra mundial.

viernes, 8 de febrero de 2008

Ars amatoria

Que el amor nace de la contemplación del objeto amado parece una afirmación aceptada por casi todos. La teoría neoplatónica también avalaba tal aserto, toda vez que sostenía que la visión de la amada desencadenaba el efecto del amor.
Junto a este nacimiento del amor fruto de la visión se consideraba también -en una época en que la Fama era otra forma de conocimiento- el amor de oídas, sin haber contemplado nunca a quien se ama. A pesar de todo, no era el origen más común de la pasión amorosa, y el propio Ibn Hazm de Córdoba, en El collar de la paloma, lo consideraba raro.
Jaufré Rudel cantó en unos pocos poemas a una amada nunca vista, sólo conocida a través de las noticias que de ella le daban los peregrinos que venían desde Antioquía. Si creemos la vida de este trovador, esa dama no era sino la condesa de Trípoli. Que esto sea cierto o no, me interesa poco. Lo importante en literatura es el resultado poético que el tópico origina -pues se trata de un lugar común con numerosos antecedentes (romance de Rosaflorida, Ovidio, Guillermo de Poitiers...).
Lo que me interesa señalar es la rara belleza que he vuelto a descubrir en la relectura de la media docena de canciones que se han conservado de Rudel. Su poesía, de expresión llana (trobar leu) sabe como pocas evocar el misterio. Aquí radica uno de sus atractivos: nadie como Rudel supo cantar el amor de lonh sublimando la nostalgia hasta el extremo de transformar esa ausencia de la amada en un refugio religioso, casi místico.