jueves, 9 de octubre de 2008

Millás y el Nobel

Invitado por Seix Barral, asistí hoy a un encuentro de libreros sevillanos con Juan José Millás. En realidad, como el propio autor nos recordaba en sus breves palabras de bienvenida, nos dábamos cita allí todos los elementos que formábamos parte de la cadena del libro: el escritor, el editor, el distribuidor y el librero. También, por supuesto, el lector: todos lo somos.
Elena Ramírez, su editora, nos presentó -con la pasión que comunica en todas sus apuestas- el último libro de Juanjo, Los objetos nos llaman, una colección de cerca de ochenta cuentos dividida en dos secciones, "Los orígenes" y "La vida", que se pondrá a la venta a finales de este mes.
Urbanos y breves -muchos no ocupan más de tres folios- los cuentos recogidos en el libro abordan desde distintas perspectivas lo fantástico que aflora en nuestra vida cotidiana. He leído ya algunos al azar y me han gustado. Se nota que Millás domina el género: ni sobra ni falta nada. Y se entra en el meollo desde la primera frase. Una muestra, en el cuento titulado Mañana moriré:

No sé en qué momento de la jornada me di cuenta de que, aunque para los demás era miércoles, para mí era jueves, pero me había ocurrido otras veces y no le concedí importancia alguna. Hay semanas que uno quiere acortar y lo soluciona suprimiéndoles un día. El problema surgió el sábado. Los sábados, mi mujer y yo solemos ir al cine y cenar. A veces llamamos a un matrimonio amigo y vamos juntos. Por la mañana sugerí a mi esposa que telefoneara a los Gutiérrez, para salir esa tarde. Ella me contestó que era viernes. No dije nada, pero me quedé desconcertado. Trabajo en casa, hago programas informáticos y tengo poca relación con el mundo exterior, por lo que tiendo a desconfiar de mis percepciones. De modo que antes de que mi mujer se fuera a su trabajo (es jefa del departamento de divisas de un banco) bajé a comprar el periódico y comprobé en su cabecera que era sábado.
-Mira el periódico -dije abandonándolo sobre la mesa de la cocina, donde ella estaba desayunando.
-¿Qué tengo que mirar?
-El día que es.
-Viernes quince de octubre.
Me acerqué, miré la fecha por encima de su hombro y vi que tenía razón. Pero cuando se marchó, al volver a mirarlo, vi que ponía sábado 16 de octubre. Comprendí que cuando el periódico lo leía ella era viernes y cuando lo leía yo era sábado [...]

Éste y algún otro que he leído me recuerdan al mejor Cortázar, de quien hablamos durante el cóctel. En realidad, he de reconocer que siempre que hablo de cuentos termino citando al argentino porque para mí es uno de los mejores.
Durante la tertulia, el móvil de Elena no dejaba de sonar. Cada pocos minutos recibía noticias de cómo iba la concesión del Nobel de Literatura (la esperanza de que recayera en un autor de su fondo editorial la tenía muy alerta). Finalmente, se le concedió a Le Clézio, autor editado en España por Tusquets. Ahora que ya conoce una ruta en tren hasta Estocolmo, Pere Gimferrer -al que no le gusta mucho viajar en avión- está preparado para ser el elegido en cualquier otra ocasión.

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