martes, 29 de julio de 2008

Un monarca, un músico

En estos días wagnerianos he vuelto a ver Ludwig II (1972) de Visconti. Cuatro horas dedicadas al reinado de este excéntrico mecenas de Wagner. Igual que siempre, el director italiano recrea con decadente maestría los ambientes barrocos en los espacios interiores. El entorno bávaro -con lagos, bosques y castillos- es el lugar elegido para exhibir el gusto estetizante de este singular monarca.
Más de diez años después de verla, la película me sigue gustando sólo en los aspectos más superficiales, como los decorados y el vestuario, que no es poca cosa. El guión, sin embargo, no me convence y, como ocurría en Muerte en Venecia, los diálogos sobre la Belleza se me antojan cursis e inverosímiles. Algunas escenas están rodadas con tanta lentitud que nos hacen bostezar y resoplar. Menos mal que no recurre tanto al zoom como en Muerte... He leído que Visconti tuvo muchas dificultades con el montaje final. Esto justificaría en parte el desigual resultado de una película que no tiene la calidad de El gatopardo, pero en la que asoman destellos del genio brillante del realizador italiano.
Un aspecto controvertido es el retrato que se hace de un Wagner egoísta, aprovechado y engreído. Supongo que habría algo de ello en su relación con el monarca, pero más de un siglo después es un asunto que me importa poco, como tampoco nos importan mucho ahora las extravagancias de un rey misántropo que disponía a su antojo del dinero de su reino para construir castillos y teatros. Nos quedan sus respectivas obras, forma y contenido de una Belleza total.

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