viernes, 4 de enero de 2008

Pascal Quignard (I)

Hace unos tres años Enrique Redel y Max Lacruz (hijo del escritor barcelonés Mario Lacruz) crearon la editorial Funambulista. Inaguraban el catálogo con Lolita, obra escrita por un raro escritor alemán llamado Heinz von Lichberg cuarenta años antes de la homónima de Nabokov. Poco después empezaron a editar algunas obras memorables de Henry James -cuyas ediciones se han convertido en pequeños éxitos editoriales-, Wilkie Collins, Sterne... hasta recuperar El castillo alto, las memorias de juventud de Stanislaw Lem, o Hector de Sainte-Hermine, de Alejandro Dumas.
Del catálogo de Funambulista quiero destacar dos títulos de Pascal Quignard que me hicieron albergar la esperanza de ver reeditado un tercero que lleva agotado en España desde 2001 aproximadamente. Los relatos a los que me refiero son La frontera y La lección de música. El primero está ambientado en el Portugal del siglo XVII y narra una truculenta historia de amor y venganza entre un oficial francés y una bella dama portuguesa. El segundo se compone a su vez de tres relatos que asedian desde distintos puntos de vista el misterio de la música y la voz humana.
Del primer libro citado voy a copiar unas frases dichas por el rey Pedro de Portugal a dos ilustres invitados:
"La sombra de las flores trepa por la balaustrada pero no las propias flores. Ellas se quedan a sus pies, en los tiestos. El hombre anda perdido en sus deseos como nuestras carabelas en los nuevos mundos. Como está perdido en su sueño aquel que sueña".
Del segundo, una guinda como esta:
"La muda [de la voz] se produce a los trece o catorce años en los muchachos y entre los cuarenta y cinco y los cincuenta y cinco años en las mujeres, de una forma más o menos apreciable. Podemos definir la muda masculina de la siguiente forma: enfermedad sonora que sólo se cura con la castración" (la cursiva, por supuesto, es mía).
Que en ambos relatos la emasculación aparezca siempre como una obsesión (recordemos que en La frontera el señor de Jaume es mutilado por Luisa de Alcobaça en venganza por la muerte de su marido) nos lleva a concluir que la pérdida de los atributos masculinos es la solución para conjurar el mal: en un caso, el motor de la acción será la venganza; en el otro, la vuelta al paraíso perdido de la infancia.

1 comentario:

Impedimenta dijo...

Hola, Rafael,

soy Enrique Redel. Antes que nada, gracias por tu comentario en mi blog sobre la editorial que recientemente hemos creado. Enhorabuena por tu blog, que es chulísimo, y que revisaré frecuentemente. Además, me encanta el título.
He de comentarte que, al hilo de lo que decías sobre nuestra labor en Funambulista, en cierto modo he recuperado parte de su espíritu en Impedimenta, y de hecho me he traído a Lem conmigo. En un par de meses publicamos "El hospital de la transfiguración", una novela inédita del polaco, y tenemos alguna sorpresita más con este autor.
Ya te seguiré contando.
Un abrazo muy fuerte, y enhorabuena por el blog.

Enrique Redel
IMPEDIMENTA