domingo, 30 de diciembre de 2007

Balance I

Termina 2007 y un nuevo año nos espera.
Este que acaba ha sido un año de adaptación a un nuevo ritmo de trabajo. Lo más importante, sin duda, ha sido el nacimiento de Jimena, mi segunda hija.
Como creo mucho en las coincidencias -algún día hablaré de cómo me persiguen con determinados escritores que admiro-, no dejo de pensar en el hecho de que mis dos hijas han nacido un día 2, en abril la primera y en septiembre la segunda. La coincidencia no termina ahí, pues ambos meses ocupan el cuarto lugar del año (abril, si contamos desde enero hacia adelante, y septiembre si lo hacemos desde diciembre hacia atrás). Estoy convencido de que estos equilibrios numéricos -¡ay, Pitágoras!- unirán en algún destino común sus vidas.
Para Cirlot, el dos simboliza el primero de los núcleos materiales, la naturaleza que se opone al creador, la luna frente al sol. El dos es, por tanto, el número de la Magna Mater. El cuatro es el símbolo de la tierra, del espacio terrestre (recordemos los cuatro puntos cardinales) y de la organización racional. No sabemos si ambos números regirán sus vidas permanentemente, pero me gustaría pensar que entre ellas hay un hilo invisible que las protegerá.

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