Si en la entrada anterior comentaba mi desagrado por la celebración de conciertos profanos en las iglesias, hoy no salgo de mi asombro al leer el empiece del artículo del crítico Moreno Mengíbar en el Diario de Sevilla, quejándose de las "imposiciones horarias de los usos litúrgicos y paralitúrgicos (sic) de los templos".
¡Faltaría más!
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Hace 1 día
5 comentarios:
Está claro que a Moreno Mengíbar le gusta irse a la cama tempranito. Nada, que pongan misa de cuatro de tres de la tarde y los conciertos a las cuatro. Lo malo es que este crítico duerma siesta y que los aficionados a la música antigua lo hagan también o trabajen o se dirijan a sus puestos laborales a esa hora. Pues nada, que no haya ciclo de música y nos evitamos tantos desvaríos.
Por criticar que no quede, vaya. Qué se habrán creído estos curas poniendo misas a las ocho de la tarde e impidiendo horas decnetes para los conciertos. ¿Se creen acaso los responsables de los tempñlos y nde los usos legítimos para los que han sido creados? ¡Qué desfachatez!.
Comparto tu asombro, Rafael. Un abrazo.
Hola, Rafael, conozco el tema desde el otro lado, no el lado del melómano que va al concierto y que ha de ir pronto para pillar sitio, sino del aficionado a las Misas, incluso los días laborables: es horrible que tú estés en algo que para ti es sagrado, y se te empiece a llenar la iglesia de gente que pasa, que habla, que se queja de cuánto tarda aquello. Es tan horrible, que prefiero salir e irme a otra iglesia, si eso es posible.
No creo que sea culpa de nadie: ni del melómano ateo que va a allí, ni del que organiza el concierto, ni del cura (que no va a mover la Misa a dos horas antes, para no molestar).
Basta con irse a otra iglesia.
Queridos amigos: todavía hay quienes piensan que una iglesia es un museo, y que el concierto al que acude le pone banda sonora a lo que contempla.
¡Pero es que estos curas "na má" que piensan en ellos!
Es asombroso, aquí el que no corre, vuela. Todo el mundo descontento, todo el mundo sentando cátedra...
Que nos imponen horas de misa, ¡qué desfachatez! En fin.
Un abrazo
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