Si hay dos obras literarias cumbre del siglo pasado, éstas son el Ulises de Joyce y En busca del tiempo perdido. Confieso que no he leído ninguna de las dos. Pero así como no tengo ganas de leer al irlandés la monumental obra de Proust aguarda en mi biblioteca igual que un viejo brandy espera el momento de ser abierto en una ocasión especial.
Hace pocas semanas me regalaron el último tomo de la traducción de Carlos Manzano para Lumen, al decir de muchos mejor que la edición de Mauro Armiño en Valdemar (por no hablar de la fallida de Alianza, empezada por Salinas y Quiroga Pla y terminada por Consuelo Berges). Tengo ahora mismo detrás de mí los siete volúmenes en perfecto orden, en una zona noble de mi biblioteca, siempre al alcance de la mano y de la vista: la sucesión de retratos del autor en cada lomo me invita casi a diario a tomar el primero y empezar la lectura. Me resisto. Creo que el momento está cerca, no sé si este verano, tal vez en julio. Mi amigo Fran ya ha caído en la tentación. Sucumbió hace dos días mientras yo le contaba a un conocido periodista la excelente idea que mi amigo José Carlos Carmona ha tenido: proponer la lectura de los siete tomos en el taller que dirige en la Casa del Libro. El ciclo empezará en octubre, y en cada mes se leerá un tomo. Pienso que es el momento de decidirse.