Digamos de entrada que un
best seller es un libro que se vende mucho, muchísimo. Esto parece sencillo de entender, pero luego se pone uno a comentarlo con los amigos o con algún colega y ya luego la cosa no está tan clara.
Para empezar está el factor temporal: se vende mucho en poco tiempo, sea un mes o un año, o dos. Esto parece consustancial al subgénero (y lo designo así a conciencia, entendiendo que se trata de una modalidad de la narración, sea ésta ensayística o de ficción).
A mi juicio, lo importante es no perder de vista la razón que se esgrime en nuestro caso: la venta. ¿Es esto un argumento pertinente para la crítica literaria? Sí para mí. Los más puros estructuralistas, que siempre han invocado la inmanencia de la obra literaria, pondrán el grito en el cielo y rechazarán cualquier argumento que pretenda enjuiciar una obra atendiendo a un criterio tan "extraliterario". Yo me permito discrepar. Tanto desde el punto de vista de la sociología de la literatura como de la estética de la recepción el elemento mercantil es tan válido como cualquier otro. La venta de un libro nos está hablando de su difusión, y ésta señala irremediablemente hacia el valor que un texto adquiere en una época determinada. No reconocerlo supone perder de vista el eje sincrónico en la interpretación de una obra literaria. Así, por ejemplo, todos estamos de acuerdo en considerar que Calderón de la Barca
es, desde un punto de vista diacrónico -a través del tiempo- un clásico, pero igualmente debemos admitir que el valor de su obra no siempre ha sido medido de la misma forma. Cada época la ha
recibido de acuerdo a la estética imperante. Es decir, en cada momento, el lector/espectador ha visto y entendido aquello que más se acercaba a su concepción estética.
Viene esta breve reflexión a cuento de la reciente aparición del tercer volumen de la trilogía
Millennium del malogrado Larsson, un fenómeno extraordinario que, para empezar, está ayudando mucho a sanear la economía de muchas librerías. Y ya está bien de hablar pestes de los
best sellers. ¿Cuántos Larssons necesitamos para mantener en los estantes los libros de fondo? Pues unos cuantos al año. Sin la liquidez que un
best seller de estas características le aporta a un librero, éste se vería obligado a reducir su oferta al lector. Aceptémoslo como algo necesario en el negocio. Nos va la vida en ello.